Hay
una soledad que excede las circunstancias, es de índole metafísica. Quizás sea
una manifestación de la “falta” de la que habla Lacan o esa “angustia” a la que
refiere Kierkegaard. Por si fuera poco, la muerte… El hombre, entonces, re
significa su vida: construye sueños, busca la trascendencia, visualiza proyectos,
crea religiones, practica la ciencia, el arte e intenta el amor. Modos de
encontrar un sentido, maneras de ser “también” junto a los otros. Si el sentimiento
resultante tiene algún valor para las imponderables leyes de la naturaleza, no
importa demasiado. Ese sentimiento de comunión siempre es para celebrar. Y puede
llegar en momentos inesperados. Por ejemplo, en un recital de Megadeth. Porque
esta banda, con la altura artística que la caracteriza, ha logrado lo que muy
pocos: en primera instancia el recibo emocional, la intensidad de su trabajo encuentra
el “hechizo” que Nietzsche atribuye a la música. Pero la banda del Colorado también
consigue un impacto que es de índole ritual y sagrada. Se sabe que “esa magia”
comenzó en Argentina, innumerables músicos lo han testificado: nuestro país
sería dueño de los fanáticos más calientes del mundo. En el caso de Megadeth, todos
los que hemos asistido a sus conciertos adoramos el repertorio que constituyen obras
como Rust in peace, Countdown to
extintion o Youthanasia, por mencionar sólo parte de su discografía. Los
más chicos, los más grandes, el pibe al que no le falta nada y el que juntó
moneda por moneda para estar, todos coreamos y vitoreamos sus canciones. Y creo
sinceramente que cada uno, por lo menos desde hace unos cuantos años, esperamos
“ese” momento, ese tiempo en el cual las diferencias se difuminan, se rompen.
Porque durante esos compases, acordes y melodía, al menos por un rato, experimentamos
el hecho de ser “uno”. La gente se pregunta cuándo será, si después de tal
canción o de tal otra. ¿Alguien conoce el setlist?
Así, luego de varios temas, de repente, como viniendo de lejos, de un lugar no
definido más allá del escenario y de los reflectores, se escuchan unas cuerdas de
orquesta y un canto gregoriano, la introducción de “Symphony of Destruction”. Y
entonces…
Megadeth, Megadeth, aguante
Megadeth
Y
comenzamos a saltar, cantamos, nos abrazamos, nos reímos y hasta nos miramos con
los que hasta ese momento ni habíamos registrado.
Megadeth, Megadeth, aguante
Megadeth
Bajo
el poder de un fervoroso mantra, somos transportados a otro espacio del sentimiento, a cada acorde,
a cada nota.
Megadeth, Megadeth, aguante
Megadeth
¿Qué
sucede? Me pregunto en un instante, y enseguida trato de no racionalizar, de
permitirme esta feliz comunión.
Megadeth, Megadeth, aguante
Megadeth
Mustaine
nos canta, despectivo y rabioso, casi escupiendo las palabras, que afuera
algunos se convierten en dioses y hacen rodar cabezas, que afuera bailamos como
marionetas, que la tierra retumba. Y sigue gritando verdades, las verdades
profundas que los medios tergiversan, pervierten y disfrazan. Ahí está el
Colorado recordándonos que afuera el mundo es cruel y que la justicia acaso muy
pocas veces sea merecedora de llamarse así.
Los
puentes se han tendido y no hay más que una sola voz, la nuestra, la del
Colorado y sus músicos que buscamos un cambio de paradigma, de conciencia, para
ser una civilización mejor, más humana. Luego viene el solo deslumbrante y otra
vez el…
Megadeth, Megadeth, aguante
Megadeth
A
pesar de todo, el tema nos deja una esperanza, claro, porque algún día, quizás
algún día… por ahora dentro de la canción “el poder del mundo cae / un hombre
pacífico se mantiene en alto”.
Un acorde
abrupto y certero proclama el final, la felicidad nos toca y nos hace uno. La
música lo hizo otra vez.
Julio
Cortázar dijo que en su obra (y estoy seguro que fuera de ella también) trató
de “salir del yo para llegar al tú y luego al nosotros”. Décadas de recitales a
cuestas me permiten asegurar que Megadeth, en esos cuatro minutos de concierto,
logra aquello que intentaba nuestro querido cronopio. Ese canto es un
agradecimiento del público a su obra que, después, según tengo entendido, se
extendió a lo largo y ancho de cada país en el que tocan.
Rito, magia,
mantra, nombremos de la manera que nombremos a ese maravilloso momento, sin
dudas la palabra que elijamos tratará de reflejar, a veces con mayor o menor
suerte, un sentimiento que es único,
está tocado por la fraternidad y es siempre conmovedor.
Megadeth, Megadeth, aguante Megadeth.
Gustavo Di
Pace