Con el tiempo, varios de nuestros conceptos, ilusiones, ideas, mutan, se transforman, toman otra resonancia. En mí caso, El Respiradero fue en su origen una novela trunca que se convirtió en un cuento, luego una columna en un medio y, por último, el nombre de mi taller. Está pensado como un espacio (un atajo) para adquirir herramientas, leer y escribir. Pero... hay algo anterior. ¿Por qué ese nombre, por qué el respiradero? La respuesta llegó desde el fondo de mi historia, allá lejos, cuando una noche, en mi cuarto, comencé a ahogarme. Recuerdo que la realidad de los objetos trastabilló y estuve a muy poco de cruzar el Aqueronte. Es decir, detrás de esa palabra había una historia y pervive, sólida y tajante, una necesidad. El Respiradero es entonces un intento de comprensión del hecho literario, un lugar donde el diálogo construye conocimiento, pero también es una asimilación y resignificación de ese instante crucial. Aspirar y expeler aire de los pulmones para tomar oxígeno, de eso se trata. Hoy más que nunca, El Respiradero se ha transformado en un pulmón colectivo donde la creación de textos y las lecturas de grandes autores y libros nos oxigena, nos enriquece y nos hace bien. Si pensar es agradecer, como afirma Heidegger, El Respiradero es un camino posible y es también mi agradecimiento. Un abrazo, gracias por estar y que la literatura sea.
Gustavo Di Pace