En uno de mis libros de cabecera, titulado El ocultismo y la creación
poética, de Eduardo Azcuy, y que cito en mi obra La escritura del Grito
Primitivo, se habla del paraíso perdido, ese lugar en el cual el hombre vivía
en un tiempo mítico, ahistórico. O sea, no percibía el tiempo, y el Cielo y la Tierra no estaban demasiado lejos. Según el texto, hubo un trastocamiento y el hombre “cayó”.
En esa caída, se alejó del mundo divino, apareció el conflicto, y su percepción
del mundo se limitó entonces a los cinco sentidos. Así, el hombre comenzó a percibir el tiempo
lineal, comprendió cabalmente su finitud. De ahí en más, el hombre, secretamente
nostálgico, querrá “recuperar” ese paraíso perdido. Y podrá alcanzarlo de diversos modos, claro. El
poeta y el chamán, por ejemplo (el primero mediante la escritura y el segundo a través de la
práctica del rito), lo recuperan en sus constantes búsquedas, cada uno a su
modo. Se trata entonces de llegar a ese estado en que el hombre estuvo en
"comunión" con lo divino, el ser, lo "otro" (y esa
sensación excede los cinco sentidos con los cuales percibe el afuera). El
estado de meditación, por ejemplo, ciertas puertas que se abren en momentos
inesperados (la práctica del sexo, la misma escritura) dan cuenta de esa
plenitud perdida, ese momento crucial donde se percibe a su vez el "no
tiempo" y, por eso, la eternidad.
Por todo esto, recomiendo con fervor la lectura de este libro, iluminador como pocos.
Saludos para todos, y que la literatura sea.