sábado, 9 de noviembre de 2024


 

Empieza con B

Alejandra Pultrone *


Buenas noches a todos

Estar aquí reunidos, en la Biblioteca Nacional, celebrando la publicación de un nuevo libro de Gustavo, en este tiempo tan difícil para la cultura argentina, me llena de alegría, de esperanza. Cortázar, ese compinche de Gustavo, describió la esperanza como el sentimiento que no nos pertenece, porque le pertenece a la vida. "Es la vida misma defendiéndose", escribió en Rayuela. Y esta noche, contra viento y marea, entre nosotros, está la esperanza, defendiéndose, defendiéndonos. Publicar hoy un libro es también un acto de fe.

Cuando un amigo nos convoca para presentarlo sabemos que es un honor y también una gran responsabilidad. Aquí con Luis Franc  estamos incluidos en esa ansiada lista de primeros lectores de Conceptuario y estamos muy contentos de poder pasarles a ustedes la posta. En esta sala hay muchos amigos, alumnos que probablemente se están preguntando: ¿Pero, de qué se trata este libro? ¿Podrá interesarme? Y… ¿cómo se escribe un Conceptuario?

Como bien lo explica Gustavo en las palabras preliminares, encontramos en la historia de la literatura algunos otros diccionarios de reconocidos escritores.

Pero desde ya les digo, que ninguno de ellos incluye los conceptos chocotorta o el exultante ¡Megadeth, Megadeth, aguante Megadeth! Ese himno que convirtió al público argentino de rock en el mejor del mundo. La cita de Calvino que abre el libro nos da las primeras pistas: toda vida es una enciclopedia, una suma de lecturas, informaciones, imágenes agregaría yo; hoy más que nunca. Sólo que esas imágenes están hechas de palabras, a pesar de lo que piensa la gran mayoría de influencers o como diría el notable ilustrador Ramiro Clemente, insufrencers.

Gustavo se puso a prueba, fue a la búsqueda de esas palabras, conceptos  entrañables que forman parte de su identidad personal y literaria. Y a nosotros como lectores, también nos invita a ir al encuentro de nuestro propio conceptuario. Creo que ese es, entre otros, uno de los logros más bellos de este libro. A medida que vamos leyendo cada concepto, nuestra propia historia se abalanza, nos toca la puerta.

Hablando en primera persona, muchos de sus conceptos aquí eternizados (escribir es un pacto con la eternidad ¿alguien lo duda?) los encuentro muy cercanos; entonces me apropio de este libro que me hace recordar esas palabras tan mías de la infancia y la adolescencia. Me hace recordar que el fiambrín era un manjar sublime y a veces difícil de conseguir en los almacenes de Liniers a principios de los 70, o que mi hermano también tenía autitos marca Duravit que dejaba desparramados por el piso de la habitación que compartíamos. Y pienso en los libritos españoles que mi madre me compraba en los kioscos y que en su gran mayoría eran ilustrados por Ferrándiz, el catalán.  Y ahí ya comencé mi propio concepturario,  ya tengo una voz para las palabras que comienzan con F: Ferrándiz. Esta es la gran propuesta y el gran regalo que hace Gustavo al lector de su libro. Lo invita  a reunirse con aquellas palabras imprescindibles de su existencia. A recordarlas. Este libro es el ejercicio de una memoria subjetiva testaruda. Irrenunciable. Por eso, es un tributo. La celebración de aquellas palabras que nos habitan y a la vez, escriben nuestra hoja de ruta. En definitiva, estamos hechos a su medida. De allí la importancia de encontrarlas, ordenarlas alfabéticamente, reconocerlas. Inmortalizarlas. Pensaba que, como lectores, a lo largo de todo el libro vamos transitando distintas emociones. Al menos para mí, Conceptuario es un libro emocional, en el mejor de los sentidos. Y también es otro de sus logros, emocionar genuinamente, sin artificios de app, ni consejos de psicología positiva. Me he reído mucho con la definición de fush: interjección de tono imperativo que significa andate, fuera y otras similares. En otras épocas era común en el vocabulario de ciertas madres, anota Gustavo. Me he emocionado mucho con las referencias al rock nacional. Una de las acepciones de la palabra Aquelarre que incorpora Gustavo, es la referencia a la mítica banda de los 70.  Lo mismo sucede con Arco Iris. Y se lo agradezco mucho. Me he entristecido con la definición de Dodge, la marca del auto. Palabra en la que Gustavo nos muestra las cicatrices profundas de su corazón. He aprendido conceptos filosóficos, me he codeado con palabras ajenas a mi propio Conceptuario, y eso también es importante, la transmisión de un saber que puede otorgar un libro y que quizás no compartimos.

Por todo esto, los  invito a leer Conceptuario y espero que ustedes se sumerjan sin miedo en sus necesarias palabras. Armar una lista. Releerla, compartirla.

Antes de terminar esta presentación de mi parte, me gustaría  leerles una definición incluida en la letra B:

Bálsamo: Para estas páginas , fluido invisible que se derrama sobre el espíritu.

Suele aparecer y surtir efecto luego de la lectura o contemplación de una gran obra.

Espero que Conceptuario sea un bálsamo para todos y cada uno de sus lectores.

Espero que sea un bálsamo para Lara, porque este libro le pertenece.


Alejandra Pultrone (Buenos Aires, 1964)
Realizó estudios universitarios graduándose en la carrera de Letras. 
Codirigió el sello editorial de poesía Libros del Empedrado. Dirigió la Librería- Editorial Stevenson. Libros publicados: La cuerda del silencio (1990) Hopper (1995), Ciudad demolida (1999) Restos de poda (2005) Plaza Washington (2017) y el aún inédito La soledad de los anhelos (2019).
Realiza actualmente talleres individuales de escritura para jóvenes y adultos abiertos a la neurodiversidad y clínica de obra para escritores. Dirige la revista de Arte y Literatura El Esfuerzo Conjugado.
Escribió el guión original del cortometraje El viento sopla (2023).

lunes, 4 de noviembre de 2024

Presentación de Conceptuario, Sala Augusto Raúl Cortázar de la Biblioteca Nacional / 31 de octubre de 2024

Hola amigos

¿Cómo están? Comparto las primeras postales de la presentación de Conceptuario, mi séptimo hijo, en la Sala Cortázar de la Biblioteca Nacional. Las fotos son de mi amigo Gabriel Palmioli. Gracias a la institución, a Luis Franc y Alejandra Pultrone por sus palabras, y gracias como siempre a los lectores por el apoyo a mi obra todos estos años. Seguimos escribiendo. Y que la literatura sea, siempre.

















martes, 5 de marzo de 2024

Entrevista al escritor Gustavo Di Pace en Diario de una naturalista

 


Entrevista al escritor Gustavo Di Pace

«Para lograr textos genuinos debemos imaginar, correr el velo y acercarnos tal vez a la cosa en sí, a lo real, a la voluntad ciega… Mientras los pulmones respiren y la sangre bulla, mientras el transcurso nos afirme el presente, hurgaremos como topos en lo que no tiene nombre, y quizás, la belleza tome forma».


Al llegar, Gustavo Di Pace rompe con cualquier estereotipo. Tiene el pelo largo y canoso como el de un rockero de los años setenta. Viste jeans, remera blanca, una cruz egipcia y zapatillas Topper negras. Pasó apenas los cincuenta años, busca minuciosamente en el aire cada palabra que dice y mira a los ojos cuando habla. En su obra leemos a un escritor distinto, basta hojear libros como El chico del ataúd, Mi yo multiplicado, La escritura del Grito Primitivo o Plan para la máquina de espejos, entre otros, para comprobarlo.

ED: Bueno, imagino que ya te lo habrán dicho… antes que un escritor parecés un músico de rock.

GDP: Sí, sí, me lo dijeron, pero para mí ambos mundos van de la mano. Ahí tenés gente como Jim Morrison, Bob Dylan, los Iron Maiden, todos se nutren de la literatura. Y acá tenemos al mismísimo Charly y al Flaco Spinetta haciendo poesía en cada canción. En mi caso, yo leí y escribí desde que tengo uso de razón ¿sabés? y en su momento también toqué la guitarra eléctrica, mi banda se llamaba Grito.

ED: Ah, ahora entiendo la conexión con tu Grito Primitivo…

GDP: Claro, siempre estuvo ese concepto, fijate que al principio, allá por mis años adolescentes, se respiró como rebeldía, y ahora se transformó en un grito de identidad artística, la máxima aspiración, me parece.

ED: Estoy de acuerdo. Y seguramente debe haber otro vínculo entre el Di Pace lector y el que escribe…

GDP: Creo que sí, lo noto en la variedad de lecturas y en lo que escribo después. A mí me gusta leer de todo, la ciencia ficción de Stanislaw Lem y Philip Dick, admiro profundamente la poesía de Hugo Mujica y Laura Yasan, en el género cuento Felisberto Hernández me encanta, adoro los escritos de René Daumal también…Todas estas lecturas dejan su huella en la escritura, y aunque después nacen textos muy diferentes de los leídos, es cierto que hay un coqueteo con diversos géneros, estilos, formas.

ED: Siguiendo con lo que decís, tus libros son distintos entre sí, La escritura del Grito Primitivo, por ejemplo, se constituye casi como un manifiesto, con relámpagos de poesía y de ficción. Y Plan para la máquina de espejos, tu nuevo trabajo, se ubica dentro del género cuento, pero considerando su estructura ¿podría ser también un diario personal novelado?

GDP: Sí, sí, podría ser, un diario personal en el que el protagonista, Lucio Pietrángelo, anota las historias que ve en los paneles de la máquina que inventa. No le pone fecha, pero es de algún modo un diario, tenés razón.  

ED: Claro, y tambíén me llamó la atención la portada, que cuenta con un dibujo de Robert Fludd titulado La dualidad primordial. Si recordamos otro de tus libros, Mi yo multiplicado, no creo que sea inocente esa ilustración...

GDP: Bueno, aunque yo no elijo las portadas de mis libros, es cierto que esta última se la sugerí yo al editor (se refiere a Juan Carlos Maldonado, de Alción Editora, los libros de Gustavo Di Pace fueron publicados en su mayoría por este sello). Creo también que, efectivamente, habría una posible conexión entre ambas tapas. En la de Mi yo multiplicado hay dos hombrecitos sentados leyendo espalda con espalda, y es fragmento de una obra de Pieter Brueghel el Viejo. Por otro lado, la tapa de Plan para la máquina de espejos, que en realidad refiere a una visión hermético-cristiana y esotérica que nada tiene que ver con el aparato tecnológico al que se refiere en el libro, podría vincularse con la ilustración de Mi yo multiplicado… o sea, las duplicaciones, los espejos como metáforas de la identidad…

ED: La ucronía “Efecto Eckels” es un homenaje a Ray Bradbury, a quien incluso has conocido personalmente. ¿Cuánto influenció en tu obra?

GDP: Hum, no lo sé, pero todo es influencia: lo que vivimos, los libros que leímos, las películas que vimos, los sueños, las historias que nos contaron… Y sí, tuve el gusto de estrechar la diestra del gran Bradbury allá por 1997, cuando vino a la Feria del libro local.

ED: Bueno, antes de recomendar a los lectores tus dos últimos libros, finalizo esta entrevista con una pregunta que será un clásico en el Diario. 

Goethe consideraba las tendencias vertical y espiral como los principios esenciales que modelan a todas las plantas y los árboles. Manifestó que hay siete formas morfológicas como metamorfosis de la forma original de la especie: 1) las plantas herbáceas, en equilibrio con su tamaño y entorno; 2) los árboles frondosos, en donde predomina lo vertical y el ramaje que pone distancia al entorno; 3) las enredaderas, siempre en la búsqueda de luz; 4) las coníferas, totalmente verticales y rígidas; 5) las cactáceas, donde predomina lo periférico y absorbe todo lo que acontece en su entorno; 6) los arbustos, que se contentan con haber crecido sólo un poco, sin importarles llegar a ser un árbol; 7) las plantas montañosas, que llevan su energía a la consecución de la belleza: su flor, sin derrochar energía en el follaje.

Siguiendo esta idea, ¿podrías encontrarte dentro de alguna de estas categorías? ¿Cómo serían tus características humanas según estas morfologías? ¿Más arraigado a la tierra, más conectado con la luz, a merced del viento, o un híbrido de todos ellos?

GDP: Uy, qué grande es Goethe, digo, ese poder de observación. No sé, me parece que respondería un poco a cada una de estas categorías… según el día, el tiempo, la humedad, ja ja. A veces busco el equilibrio, otras me dejo llevar, y muchas veces necesito la luz. En la escritura, me parece, elijo las opciones según lo que el texto me pide, él (y no yo) es siempre la prioridad. Tierra, viento, luz. ¡Y que la literatura sea!



Gustavo Di Pace (1969). Publicó los libros de cuentos Los patios interiores, Libris de Longseller, 2003, Mi yo multiplicado, El chico del ataúd y Plan para la máquina de espejos, Alción Editora, 2011, 2014 y 2022 respectivamente, la novela Tuya es la sangre, en 2016 y el ensayo La escritura del Grito Primitivo, en 2018, bajo el mismo sello. Escribió además Para entrar en estado literario, Leer a Borges es como mirar el mar, Conceptuario (ensayos), Meditaciones, un ejercicio de escritura y respiración (poesía) y Crucifixión (novela) aún inéditos.

Publicó diversos textos en antologías y revistas de Argentina, México y España. Colaboró en la revista Reflexiones y Debates con su columna Mismidades y egomanías de un tal Vorazip y en CAM, la Web Cultural con reseñas de libros, películas y obras de teatro. 

Actualmente, coordina actividades literarias en el Centro Cultural San Martín y en su propio espacio: El Respiradero, Cursos & Talleres literarios, un lugar que intenta promover la creatividad y la expresión artística, no sólo con las herramientas clásicas de un taller literario, sino también a través de la lectura de textos y la reflexión sobre distintos temas inherentes al arte y el pensamiento, metodología primordial para lograr los objetivos.


Fuente: https://www.diariodeunanaturalista.com/entrevista-al-escritor-gustavo-di-pace/

lunes, 27 de noviembre de 2023

La paradoja camusiana, David Zane Mairowitz

 


Ser optimista aunque no se tenga esperanza,

Cuando se comprende el sentido filosófico del absurdo y se aprende a vivir con él, aparece una palabra clave: aventura. Y en la vida, o lo que haya de este lado de la muerte, reina una libertad suprema.

“No hay más que un problema filosófico realmente serio: el suicidio”.  Con este disparo ALBERT CAMUS (1913-1960) inicia su ensayo El mito de Sísifo, sin duda uno de los libros más influyentes de mediados del siglo XX. Si la vida no tiene sentido ni propósito, ¿para qué seguir viviendo? Camus afirma que al suicidio siempre se lo trató como un problema social. Para él, era una cuestión existencial —la única que verdaderamente cuenta.

Un suicidio “es preparado en el silencio del corazón del mismo modo que una gran obra de arte”. Morir a manos de uno mismo implica reconocer  “la falta de toda razón auténtica para vivir…” y la futilidad del sufrimiento.

En ausencia de un Dios o de un “juez” divino, el ser humano se vuelve a la vez el acusado y su propio juez, y tiene el derecho de autocondenarse. Kierkegaard, Fiódor Dostoiesvski, Fanz Kafka, Edmund Husserl y otros escritores que enfrentaron este absurdo, rechazaron la opción del suicidio y así se reconciliaron con lo irracional. Según Camús, esto los fuerza a aceptar que el afán humano de comprensión será negado y que el hombre permanecerá en un estado permanente de humillación.

En este punto Camus se vuelve crucial. Dice que no es mediante el suicidio como un ser humano se enfrenta con el absurdo, que hay que “morir sin reconciliarse y no en forma voluntaria. El suicidio es una falta de comprensión. De hecho la vida consiste en mantener vivo el absurdo, y para eso básicamente hay que observarlo”.

Vivir el absurdo significa, por sobre todo “una falta total de esperanza (que no equivale a la desesperación), un rechazo permanente (que no equivale a la renuncia) y una insatisfacción consciente (que no es lo mismo que ansiedad juvenil)”

De ello se infiere esta aparente contradicción:

“La vida será vivida más plenamente en la medida que no tiene sentido”

La falta de esperanza libera al hombre de toda ilusión acerca del futuro, y entonces es capaz de “vivir su aventura dentro de los límites de su tiempo de vida”.