La
literatura es cruel
"Algo de bueno
sucede en la literatura -reflexiona Blaisten. Ocurre que en los últimos veinte
años en el país pasó tanto agua bajo el puente que estuvimos inundados, a punto
de ahogamos en una de las noches más negras de nuestra negra historia. Existió
una inundación espiritual además, un ahogo del alma. Sin embargo en esos veinte
años se produjeron Rayuela, Adán Buenosayres, las obras
completas de Borges. Ahora estamos atisbando el fulgor, cierta esperanza por el
país y en literatura nos encontrarnos con el afinamiento de un lenguaje propio.
Esa cosa íntima, nuestra. Esa forma de escribir rioplatense que nos distingue
del resto de la América
que produce en español y del resto del mundo. Eso que hace que ante la lectura
de un texto uno pueda decir con certeza que está escrito por un argentino. Y
ese idioma nace en Borges."
Justamente fue Jorge Luis Borges quien especificó que todo hombre es del tiempo
que le toca vivir y en el caso concreto de Blaisten, muchos críticos creyeron
ver en su cuento "Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos" (Cerrado
por melancolía) el reflejo de un país destrozado por la dictadura.
"Es que los militares, prohibiendo la forma lisa y llana de decir,
fomentaron, sin saberlo, el uso de la metáfora -explica el autor- No quisieron,
pero le dieron más belleza a la escritura. Se agudizó el uso de la alusión, de
la forma de sugerir yeso resultó bastante productivo.
También admite que a partir de la dictadura se produce un corte en la
literatura. un corte necesario. "Los periodistas que sabían - opina
Blaisten- no podían hablar porque los mataban o los desaparecían, entonces la
gente se volcó a la literatura. Se da comienzo a una manera de escribir
periodística, una literatura que de algún modo informa a la gente de lo que
está ocurriendo, lo que la gente necesita. Se busca en lo literario la
explicación de lo que está pasando: Nunca más, Ezeiza, La novela de Perón.
El lector quería saber, necesitaba saber lo que se había callado. Luego
aconteció la saturación y entonces hubo un vuelco hacia la literatura un tanto
alejada de lo periodístico."
Isidoro Blaisten repite, en sus talleres, hasta el cansancio, que la literatura
es un trabajo, que el arte, guste o no, es forma. O como decía Jean Paul Sartre
es poner en forma. "Así como para pintar un cuadro hay que aprender
primero a dibujar -dice el escritor- hay que admitir que las medidas, las
formas, las equivalencias no están para joderte la vida. están para ayudarte.
Hay gente que me dice: "Ah, no, yo escribo lo que siento". Está bien,
uno puede pensar que tiene un hermoso sufrimiento, pero eso no le importa a nadie.
La literatura es cruel. Uno puede escribir la letra de Anclao en París estando
en Madrid, fumando cigarrillos egipcios y con pijama de seda. De todos modos el
que escucha el tango, llora. Esas son las contradicciones del arte de escribir.
Del oficio de escritor."
Abomina de los escritores que recién empiezan y leyeron en alguna parte que la
literatura es demoníaca, entonces en lugar de dedicarse a escribir ejercen la
maldad. "Cualquier loco -reflexiona Blaisten- se puede cortar una oreja,
pero Van Gogh hubo uno sólo. O se termina por acusar a Borges de
eyaculador precoz o impotente y se olvidan que sólo una persona pudo escribir
"El jardín de senderos que se bifurcan". Después de la política, de
ciertos ideales, del fin de las ideologías, ¿qué va a quedar? Simplemente
aquello que toque el corazón de los hombres. Y pasiones humanas hay diez y son
las que mostró Shakespeare, las que retomó Cervantes, y pasarán los años y
siempre la gente volverá sobre los textos que hablen de ellos. Sin facilismos,
deshechando la intertextualidad como invento novedoso. La guiñada existe desde
que existe la literatura. De Virgilio a Homero, entre los antiguos, en
Marechal, en Borges. Y ahora hay los que pretenden establecer la guiñada antes
que el ojo. Por favor, hasta de boludeces, hay que escribir a través de la vida
y dejar que los críticos se encarguen de encasillar o codificar los
textos."
Sin embargo, reacio al encasillamiento, Blaisten concluye: "Para
determinar en qué escuela o movimiento estoy, cito la Biblia, un pasaje que dice:
Ay del solo. Yo soy un tipo sólo. Cambio constantemente, entonces no
me pueden clasificar. Carezco de grupos de pertenencia y te dan con todo por
esto. Me dicen que soy polémico y jamás me metí contra nadie. Eso no te lo
perdonan. A mí me interesa hacer mi obra y que el lector me juzgue. Estoy vivo,
por favor no me embalsamen, quiero seguir".
"El precio es la palabra, destrozarse en la palabra"
El texto que se reproduce a continuación fue escrito por Isidoro Blaisten a
propósito de la presentación de Crónica de un iniciado, la novela de
Abelardo Castillo. El talento de Blaisten, pleno del humor y de la ironía que
le distinguen, se luce aquí con un reflexión que excede el simple comentario de
la obra que lo inspiró. LA MAGA
agradece al autor la autorización para publicar este texto inédito. ISIDORO
BLAISTEN:
"La lectura de novelas me ha deparado extrañas pesadillas. Después de leer
ciertas novelas, sueño por las noches. Suelo soñar con dos películas.
Una, en la que Peter Sellers hace de Gunga Din y toca la cometa. Gunga Din,
malherido, está por morirse y no se muere nunca. Cada vez que uno cree que se
va a morir definitivamente, se incorpora y con los ojos desorbitados vuelve a
tocar la cometa.
La otra película con la que sueño es francesa. Alguien ha muerto y lo llevan al
cementerio. Está por llover, los deudos y el ataúd avanzan lentamente sobre la
grava o la granza. Por fin llegan al lugar donde está preparada la sepultura.
Louis Jouvet, o Michel Simon, va a pronunciar el discurso de despedida. Louis
Jouvet, o Michel Simon, saca del bolsillo de su paletó un rollo de papel
interminable. Se oyen los truenos. Los del cortejo y los deudos se miran entre
sí. Miran el rollo de papel interminable, miran el cielo, miran los densos
nubarrones. Cuando Louis Jouvet, o Michel Simon, termina su discurso bajo la
lluvia torrencial, se ha quedado solo con el muerto. Ni siquiera está el
sepulturero.
La novela de Castillo abolió los dos sueños. Comencé mi primera lectura ingenua
en iddish, leyendo de atrás para adelante, leyendo, como se debe, la
contratapa. Al llegar a la parte que dice: "Las ráfagas de la
posmodernidad". Confieso que me emocioné. Me trajo recuerdos.
"Recuerdo- me dije- la última discusión con Castillo sobre los posmodernistas.
Fue hace 25 años". "Un cuarto de siglo", me dije con nostalgia y
evoqué el Tortoni y los posmodernistas en la madrugada. Recuerdo a algunos:
Juan Ramón Jiménez, Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, González
Lanuza y sobre todo Pedro Miguel Obligado y Francisco López Merino. Pedro
Miguel Obligado y su traducción del cuervo de Poe; Francisco López Merino y su
poema "Ligeia", que escribió en homenaje a Poe. Me decepcionó, pese a
la promesa de la contratapa, no encontrarlos en el libro.
Salvo esto, como diría Borges, "no sé de un libro más ardido y volcánico,
más trabajado por la desolación". Personalmente, creo que Crónica de
un iniciado es una de las novelas más importantes que ha dado la
literatura argentina. El libro comienza con un nombre de mujer, con un regreso.
con una ciudad y con Esteban Espósito caminado solo por recovas amarillas, bajo
las cúpulas y las arcadas y los tordos.
Leí "tordos" y creí reconocer una imposibilidad. "Nadie camina
bajo los pájaros", me dije. Y. sin embargo, como los imposibles balcones
de las imposibles golodrinas de Bécquer, son posibles. Recovas, ángeles,
arcadas, constituyen un sistema; los tordos lo destruyen.
Después comprendí que siempre, a lo largo de todo el libro, la irrupción de lo
imposible creará una nueva posibilidad, que a su vez creará una nueva
imposibilidad que también será posible, y así hasta el vértigo, y así hasta la
destrucción total ( ... )
En la página 429, el diablo, en nada más que 26 líneas, se lo hará entender de
una vez y para siempre. "Y sólo entonces, y no antes de estas pruebas,
serás un hombre, hijo mío."
Estas cinco últimas palabras del diablo pertenecen a Kipling. Es lo que ahora
se llama la guiñada al lector. Guiñada que es tan antigua como la literatura,
sólo que recién ahora la descubren. Para tranquilidad de críticos y de teóricos
quiero avisarles que el libro está lleno de guiñadas, un parpadeo constante.
Constantes referencias a Góngora y a Giuseppe el zapatero, a Discépolo y a
Strindberg, a Emanuel Kant y a Tarzán, a Gimbaptista Vico y al Manco Paz, a
Santo Tomás de Aquino y a Pancho Ramírez. a Dante Alighieri y a Charles Atlas,
y algunos otros cuya misión ha sido hacer posible lo imposible.
Pájaros imposibles que destruyen un sistema y un pacto de fuego son, creo, las
dos coordenadas por donde se va tendiendo y extendiendo el dibujo que va a dar
lugar a la delicada arquitectura de esta novela. Aparecerá Graciela en lugares
irremediables, Santiago se va a matar, Lalo desplegará la historia de una
batalla inaudita sobre la piel de un oso, habrá un baile de sombras en el Cerro
de las Rosas y sobre los senderos rojos de la plaza Irlanda acontecerá el
recuerdo de lo que va a suceder.
Creo que escribir es perdurar en la palabra, creo que sólo la ausencia puede
nombrar a la ausencia. Creo que pronunciar una palabra es fundar ya el olvido. Crónica
de un iniciado impone un narrador reminiscente que cuenta en el tiempo que
pasa la acción de un tiempo que pasará. La sabiduría narrativa de Castillo
responde, creo, a la inmensa pregunta que se formuló San Agustín: "Si
el pasado y el futuro existen, quiero saber dónde están". Horacio, en su
"Epístola a los Pisones", aconseja guardar nueve años el manuscrito
antes de publicarlo. Castillo se pasó en 21 años. Estuvo treinta escribiendo
esta novela. Supongo que durante esos treinta años hizo otras cosas
también.
Pero yo recuerdo muchas noches y madrugadas en el Tortoni, viernes que se
extendían desde el alba al crepúsculo, cuando Castillo solía tener sed y yo
podía beber cosas más interesantes que la estólida agua mineral que bebo ahora,
y Costantini, De Lellis, Marechal, Cortázar, Jobson, no estaban muertos, y
Castillo nos leía las infinitas y cambiantes versiones de los capítulos de esta
novela. Y durante treinta años la mirada del ojo desprendido de la cara de
Santiago, caído en el piso de un cuarto de hotel, nos fue siguiendo con su
visión horrenda de un país que se iba volviendo horrendo.
El reverendo padre Marcos Pizzariello, en su audición "Tres minutos con
usted", dijo una vez: "todo tiene su fruto, todo tiene su
precio". Castillo nos ha dejado una novela fundamental, una lección de
literatura. Ese es el fruto. Veamos el precio. El pacto con el diablo de
Esteban Espósito es el pacto de Castillo con la literatura. El precio es atroz.
Justifica el fuego e instaura un lugar donde toda envidia es vana; toda
vanidad, efímera; todo resentimiento, inútil; todo odio. insignificante; todo
dolor, posible.
El precio es la palabra, destrozarse en la palabra. El lema de El
escarabajo de oro fue una frase de Nietzsche: "Di tu palabra y
rómpete". Creo que la palabra ha sido dicha, Crónica de un iniciado ha
sido escrita, el pacto está cumplido.
Sobre Isidoro Blaisten (1933-2004): Escritor de gran
talento y humor, su especialidad fue el cuento, y se jactaba de haber escrito
por lo menos cinco cuentos perfectos a lo largo de su vida. Escribió Sucedió en
la lluvia (1965), La felicidad
(1969), La salvación (1972), El mago (1974), Dublín al
Sur (1980), Cerrado por melancolía
(1981), Cuentos anteriores (1982), Anticonferencias (1983), A mí nunca
me dejaban hablar (1985) y Carroza y
reina (1986).