domingo, 25 de febrero de 2018
El limonero real (fragmento), Juan José Saer
Wenceslao sacude la cabeza. Rogelio sacude también su cabeza, siguiendo el movimiento de la cabeza de Wenceslao y convenciéndose de lo que el movimiento quiere significar a medida que la ve moverse. Se quedan un momento inmóviles y en silencio, mirándose, hasta que Wenceslao sacude la cabeza en dirección al cordero y dice:
—Lo despenamos y en paz.
Más adelante será una res roja, vacía, colgando de un gancho, después se dorará despacio al fuego de las brasas, sobre la parrilla, al lado del horno, después será servido en pedazos sobre las fuentes de loza cachada, repartido, devorado, hasta que queden los huesos todavía jugosos, llenos de filamentos a medio masticar que los perros recogerán al vuelo con un tarascón rápido y seguro y enterrarán en algún lugar del campo al que regresarán en los momentos de hambruna y comenzarán a roer tranquilos y empecinados sosteniéndolos con las patas delanteras e inclinando de costado la cabeza para morder mejor, dando tirones cortos y enérgicos, hasta dejarlos hechos unas láminas o unos cilindros duros y resecos que los niños dispersarán, pateándolos o recogiéndolos para tirárselos entre ellos en los mediodías calcinados en que atravesarán el campo para comprar soda y vino en el almacén de Berini, objetos ya irreconocibles que quedarán semienterrados y ocultos or los yuyos en diferentes puntos del campo durante un tiempo incalculable, indefinido, en el que arados, lluvias, excavaciones, cataclismos, la palpitación de la tierra que se mueve continua bajo la apariencia del reposo, los pasearán del interior a la superficie, de la superficie al interior, cada vez más despedazados, más irreconocibles, hechos fragmentos, pulverizados, flotando impalpables en el aire o petrificados en la tierra, sustancia de todos los reinos tragada incesantemente por la tierra o incesantemente vuelta a vomitar, viajando por todos los reinos —vegetal, animal, mineral— y cristalizando en muchas formas diferentes y posibles, incluso en la de otros corderos, incluso en la de infinitos corderos, menos en la de ese cordero hacia el que ahora se dirige Wenceslao llevando el cuchillo y la palangana.
miércoles, 14 de febrero de 2018
Entrevista a Isidoro Blaisten, por Miguel Ruso, La Maga, 1991
La
literatura es cruel
"Algo de bueno
sucede en la literatura -reflexiona Blaisten. Ocurre que en los últimos veinte
años en el país pasó tanto agua bajo el puente que estuvimos inundados, a punto
de ahogamos en una de las noches más negras de nuestra negra historia. Existió
una inundación espiritual además, un ahogo del alma. Sin embargo en esos veinte
años se produjeron Rayuela, Adán Buenosayres, las obras
completas de Borges. Ahora estamos atisbando el fulgor, cierta esperanza por el
país y en literatura nos encontrarnos con el afinamiento de un lenguaje propio.
Esa cosa íntima, nuestra. Esa forma de escribir rioplatense que nos distingue
del resto de la América
que produce en español y del resto del mundo. Eso que hace que ante la lectura
de un texto uno pueda decir con certeza que está escrito por un argentino. Y
ese idioma nace en Borges."
Justamente fue Jorge Luis Borges quien especificó que todo hombre es del tiempo que le toca vivir y en el caso concreto de Blaisten, muchos críticos creyeron ver en su cuento "Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos" (Cerrado por melancolía) el reflejo de un país destrozado por la dictadura.
"Es que los militares, prohibiendo la forma lisa y llana de decir, fomentaron, sin saberlo, el uso de la metáfora -explica el autor- No quisieron, pero le dieron más belleza a la escritura. Se agudizó el uso de la alusión, de la forma de sugerir yeso resultó bastante productivo.
También admite que a partir de la dictadura se produce un corte en la literatura. un corte necesario. "Los periodistas que sabían - opina Blaisten- no podían hablar porque los mataban o los desaparecían, entonces la gente se volcó a la literatura. Se da comienzo a una manera de escribir periodística, una literatura que de algún modo informa a la gente de lo que está ocurriendo, lo que la gente necesita. Se busca en lo literario la explicación de lo que está pasando: Nunca más, Ezeiza, La novela de Perón. El lector quería saber, necesitaba saber lo que se había callado. Luego aconteció la saturación y entonces hubo un vuelco hacia la literatura un tanto alejada de lo periodístico."
Isidoro Blaisten repite, en sus talleres, hasta el cansancio, que la literatura es un trabajo, que el arte, guste o no, es forma. O como decía Jean Paul Sartre es poner en forma. "Así como para pintar un cuadro hay que aprender primero a dibujar -dice el escritor- hay que admitir que las medidas, las formas, las equivalencias no están para joderte la vida. están para ayudarte. Hay gente que me dice: "Ah, no, yo escribo lo que siento". Está bien, uno puede pensar que tiene un hermoso sufrimiento, pero eso no le importa a nadie. La literatura es cruel. Uno puede escribir la letra de Anclao en París estando en Madrid, fumando cigarrillos egipcios y con pijama de seda. De todos modos el que escucha el tango, llora. Esas son las contradicciones del arte de escribir. Del oficio de escritor."
Abomina de los escritores que recién empiezan y leyeron en alguna parte que la literatura es demoníaca, entonces en lugar de dedicarse a escribir ejercen la maldad. "Cualquier loco -reflexiona Blaisten- se puede cortar una oreja, pero Van Gogh hubo uno sólo. O se termina por acusar a Borges de eyaculador precoz o impotente y se olvidan que sólo una persona pudo escribir "El jardín de senderos que se bifurcan". Después de la política, de ciertos ideales, del fin de las ideologías, ¿qué va a quedar? Simplemente aquello que toque el corazón de los hombres. Y pasiones humanas hay diez y son las que mostró Shakespeare, las que retomó Cervantes, y pasarán los años y siempre la gente volverá sobre los textos que hablen de ellos. Sin facilismos, deshechando la intertextualidad como invento novedoso. La guiñada existe desde que existe la literatura. De Virgilio a Homero, entre los antiguos, en Marechal, en Borges. Y ahora hay los que pretenden establecer la guiñada antes que el ojo. Por favor, hasta de boludeces, hay que escribir a través de la vida y dejar que los críticos se encarguen de encasillar o codificar los textos."
Sin embargo, reacio al encasillamiento, Blaisten concluye: "Para determinar en qué escuela o movimiento estoy, cito la Biblia, un pasaje que dice: Ay del solo. Yo soy un tipo sólo. Cambio constantemente, entonces no me pueden clasificar. Carezco de grupos de pertenencia y te dan con todo por esto. Me dicen que soy polémico y jamás me metí contra nadie. Eso no te lo perdonan. A mí me interesa hacer mi obra y que el lector me juzgue. Estoy vivo, por favor no me embalsamen, quiero seguir".
"El precio es la palabra, destrozarse en la palabra"
El texto que se reproduce a continuación fue escrito por Isidoro Blaisten a propósito de la presentación de Crónica de un iniciado, la novela de Abelardo Castillo. El talento de Blaisten, pleno del humor y de la ironía que le distinguen, se luce aquí con un reflexión que excede el simple comentario de la obra que lo inspiró. LA MAGA agradece al autor la autorización para publicar este texto inédito. ISIDORO BLAISTEN:
"La lectura de novelas me ha deparado extrañas pesadillas. Después de leer ciertas novelas, sueño por las noches. Suelo soñar con dos películas.
Una, en la que Peter Sellers hace de Gunga Din y toca la cometa. Gunga Din, malherido, está por morirse y no se muere nunca. Cada vez que uno cree que se va a morir definitivamente, se incorpora y con los ojos desorbitados vuelve a tocar la cometa.
La otra película con la que sueño es francesa. Alguien ha muerto y lo llevan al cementerio. Está por llover, los deudos y el ataúd avanzan lentamente sobre la grava o la granza. Por fin llegan al lugar donde está preparada la sepultura. Louis Jouvet, o Michel Simon, va a pronunciar el discurso de despedida. Louis Jouvet, o Michel Simon, saca del bolsillo de su paletó un rollo de papel interminable. Se oyen los truenos. Los del cortejo y los deudos se miran entre sí. Miran el rollo de papel interminable, miran el cielo, miran los densos nubarrones. Cuando Louis Jouvet, o Michel Simon, termina su discurso bajo la lluvia torrencial, se ha quedado solo con el muerto. Ni siquiera está el sepulturero.
La novela de Castillo abolió los dos sueños. Comencé mi primera lectura ingenua en iddish, leyendo de atrás para adelante, leyendo, como se debe, la contratapa. Al llegar a la parte que dice: "Las ráfagas de la posmodernidad". Confieso que me emocioné. Me trajo recuerdos. "Recuerdo- me dije- la última discusión con Castillo sobre los posmodernistas. Fue hace 25 años". "Un cuarto de siglo", me dije con nostalgia y evoqué el Tortoni y los posmodernistas en la madrugada. Recuerdo a algunos: Juan Ramón Jiménez, Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, González Lanuza y sobre todo Pedro Miguel Obligado y Francisco López Merino. Pedro Miguel Obligado y su traducción del cuervo de Poe; Francisco López Merino y su poema "Ligeia", que escribió en homenaje a Poe. Me decepcionó, pese a la promesa de la contratapa, no encontrarlos en el libro.
Salvo esto, como diría Borges, "no sé de un libro más ardido y volcánico, más trabajado por la desolación". Personalmente, creo que Crónica de un iniciado es una de las novelas más importantes que ha dado la literatura argentina. El libro comienza con un nombre de mujer, con un regreso. con una ciudad y con Esteban Espósito caminado solo por recovas amarillas, bajo las cúpulas y las arcadas y los tordos.
Leí "tordos" y creí reconocer una imposibilidad. "Nadie camina bajo los pájaros", me dije. Y. sin embargo, como los imposibles balcones de las imposibles golodrinas de Bécquer, son posibles. Recovas, ángeles, arcadas, constituyen un sistema; los tordos lo destruyen.
Después comprendí que siempre, a lo largo de todo el libro, la irrupción de lo imposible creará una nueva posibilidad, que a su vez creará una nueva imposibilidad que también será posible, y así hasta el vértigo, y así hasta la destrucción total ( ... )
En la página 429, el diablo, en nada más que 26 líneas, se lo hará entender de una vez y para siempre. "Y sólo entonces, y no antes de estas pruebas, serás un hombre, hijo mío."
Estas cinco últimas palabras del diablo pertenecen a Kipling. Es lo que ahora se llama la guiñada al lector. Guiñada que es tan antigua como la literatura, sólo que recién ahora la descubren. Para tranquilidad de críticos y de teóricos quiero avisarles que el libro está lleno de guiñadas, un parpadeo constante. Constantes referencias a Góngora y a Giuseppe el zapatero, a Discépolo y a Strindberg, a Emanuel Kant y a Tarzán, a Gimbaptista Vico y al Manco Paz, a Santo Tomás de Aquino y a Pancho Ramírez. a Dante Alighieri y a Charles Atlas, y algunos otros cuya misión ha sido hacer posible lo imposible.
Pájaros imposibles que destruyen un sistema y un pacto de fuego son, creo, las dos coordenadas por donde se va tendiendo y extendiendo el dibujo que va a dar lugar a la delicada arquitectura de esta novela. Aparecerá Graciela en lugares irremediables, Santiago se va a matar, Lalo desplegará la historia de una batalla inaudita sobre la piel de un oso, habrá un baile de sombras en el Cerro de las Rosas y sobre los senderos rojos de la plaza Irlanda acontecerá el recuerdo de lo que va a suceder.
Creo que escribir es perdurar en la palabra, creo que sólo la ausencia puede nombrar a la ausencia. Creo que pronunciar una palabra es fundar ya el olvido. Crónica de un iniciado impone un narrador reminiscente que cuenta en el tiempo que pasa la acción de un tiempo que pasará. La sabiduría narrativa de Castillo responde, creo, a la inmensa pregunta que se formuló San Agustín: "Si el pasado y el futuro existen, quiero saber dónde están". Horacio, en su "Epístola a los Pisones", aconseja guardar nueve años el manuscrito antes de publicarlo. Castillo se pasó en 21 años. Estuvo treinta escribiendo esta novela. Supongo que durante esos treinta años hizo otras cosas también.
Pero yo recuerdo muchas noches y madrugadas en el Tortoni, viernes que se extendían desde el alba al crepúsculo, cuando Castillo solía tener sed y yo podía beber cosas más interesantes que la estólida agua mineral que bebo ahora, y Costantini, De Lellis, Marechal, Cortázar, Jobson, no estaban muertos, y Castillo nos leía las infinitas y cambiantes versiones de los capítulos de esta novela. Y durante treinta años la mirada del ojo desprendido de la cara de Santiago, caído en el piso de un cuarto de hotel, nos fue siguiendo con su visión horrenda de un país que se iba volviendo horrendo.
El reverendo padre Marcos Pizzariello, en su audición "Tres minutos con usted", dijo una vez: "todo tiene su fruto, todo tiene su precio". Castillo nos ha dejado una novela fundamental, una lección de literatura. Ese es el fruto. Veamos el precio. El pacto con el diablo de Esteban Espósito es el pacto de Castillo con la literatura. El precio es atroz. Justifica el fuego e instaura un lugar donde toda envidia es vana; toda vanidad, efímera; todo resentimiento, inútil; todo odio. insignificante; todo dolor, posible.
El precio es la palabra, destrozarse en la palabra. El lema de El escarabajo de oro fue una frase de Nietzsche: "Di tu palabra y rómpete". Creo que la palabra ha sido dicha, Crónica de un iniciado ha sido escrita, el pacto está cumplido.
Justamente fue Jorge Luis Borges quien especificó que todo hombre es del tiempo que le toca vivir y en el caso concreto de Blaisten, muchos críticos creyeron ver en su cuento "Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos" (Cerrado por melancolía) el reflejo de un país destrozado por la dictadura.
"Es que los militares, prohibiendo la forma lisa y llana de decir, fomentaron, sin saberlo, el uso de la metáfora -explica el autor- No quisieron, pero le dieron más belleza a la escritura. Se agudizó el uso de la alusión, de la forma de sugerir yeso resultó bastante productivo.
También admite que a partir de la dictadura se produce un corte en la literatura. un corte necesario. "Los periodistas que sabían - opina Blaisten- no podían hablar porque los mataban o los desaparecían, entonces la gente se volcó a la literatura. Se da comienzo a una manera de escribir periodística, una literatura que de algún modo informa a la gente de lo que está ocurriendo, lo que la gente necesita. Se busca en lo literario la explicación de lo que está pasando: Nunca más, Ezeiza, La novela de Perón. El lector quería saber, necesitaba saber lo que se había callado. Luego aconteció la saturación y entonces hubo un vuelco hacia la literatura un tanto alejada de lo periodístico."
Isidoro Blaisten repite, en sus talleres, hasta el cansancio, que la literatura es un trabajo, que el arte, guste o no, es forma. O como decía Jean Paul Sartre es poner en forma. "Así como para pintar un cuadro hay que aprender primero a dibujar -dice el escritor- hay que admitir que las medidas, las formas, las equivalencias no están para joderte la vida. están para ayudarte. Hay gente que me dice: "Ah, no, yo escribo lo que siento". Está bien, uno puede pensar que tiene un hermoso sufrimiento, pero eso no le importa a nadie. La literatura es cruel. Uno puede escribir la letra de Anclao en París estando en Madrid, fumando cigarrillos egipcios y con pijama de seda. De todos modos el que escucha el tango, llora. Esas son las contradicciones del arte de escribir. Del oficio de escritor."
Abomina de los escritores que recién empiezan y leyeron en alguna parte que la literatura es demoníaca, entonces en lugar de dedicarse a escribir ejercen la maldad. "Cualquier loco -reflexiona Blaisten- se puede cortar una oreja, pero Van Gogh hubo uno sólo. O se termina por acusar a Borges de eyaculador precoz o impotente y se olvidan que sólo una persona pudo escribir "El jardín de senderos que se bifurcan". Después de la política, de ciertos ideales, del fin de las ideologías, ¿qué va a quedar? Simplemente aquello que toque el corazón de los hombres. Y pasiones humanas hay diez y son las que mostró Shakespeare, las que retomó Cervantes, y pasarán los años y siempre la gente volverá sobre los textos que hablen de ellos. Sin facilismos, deshechando la intertextualidad como invento novedoso. La guiñada existe desde que existe la literatura. De Virgilio a Homero, entre los antiguos, en Marechal, en Borges. Y ahora hay los que pretenden establecer la guiñada antes que el ojo. Por favor, hasta de boludeces, hay que escribir a través de la vida y dejar que los críticos se encarguen de encasillar o codificar los textos."
Sin embargo, reacio al encasillamiento, Blaisten concluye: "Para determinar en qué escuela o movimiento estoy, cito la Biblia, un pasaje que dice: Ay del solo. Yo soy un tipo sólo. Cambio constantemente, entonces no me pueden clasificar. Carezco de grupos de pertenencia y te dan con todo por esto. Me dicen que soy polémico y jamás me metí contra nadie. Eso no te lo perdonan. A mí me interesa hacer mi obra y que el lector me juzgue. Estoy vivo, por favor no me embalsamen, quiero seguir".
"El precio es la palabra, destrozarse en la palabra"
El texto que se reproduce a continuación fue escrito por Isidoro Blaisten a propósito de la presentación de Crónica de un iniciado, la novela de Abelardo Castillo. El talento de Blaisten, pleno del humor y de la ironía que le distinguen, se luce aquí con un reflexión que excede el simple comentario de la obra que lo inspiró. LA MAGA agradece al autor la autorización para publicar este texto inédito. ISIDORO BLAISTEN:
"La lectura de novelas me ha deparado extrañas pesadillas. Después de leer ciertas novelas, sueño por las noches. Suelo soñar con dos películas.
Una, en la que Peter Sellers hace de Gunga Din y toca la cometa. Gunga Din, malherido, está por morirse y no se muere nunca. Cada vez que uno cree que se va a morir definitivamente, se incorpora y con los ojos desorbitados vuelve a tocar la cometa.
La otra película con la que sueño es francesa. Alguien ha muerto y lo llevan al cementerio. Está por llover, los deudos y el ataúd avanzan lentamente sobre la grava o la granza. Por fin llegan al lugar donde está preparada la sepultura. Louis Jouvet, o Michel Simon, va a pronunciar el discurso de despedida. Louis Jouvet, o Michel Simon, saca del bolsillo de su paletó un rollo de papel interminable. Se oyen los truenos. Los del cortejo y los deudos se miran entre sí. Miran el rollo de papel interminable, miran el cielo, miran los densos nubarrones. Cuando Louis Jouvet, o Michel Simon, termina su discurso bajo la lluvia torrencial, se ha quedado solo con el muerto. Ni siquiera está el sepulturero.
La novela de Castillo abolió los dos sueños. Comencé mi primera lectura ingenua en iddish, leyendo de atrás para adelante, leyendo, como se debe, la contratapa. Al llegar a la parte que dice: "Las ráfagas de la posmodernidad". Confieso que me emocioné. Me trajo recuerdos. "Recuerdo- me dije- la última discusión con Castillo sobre los posmodernistas. Fue hace 25 años". "Un cuarto de siglo", me dije con nostalgia y evoqué el Tortoni y los posmodernistas en la madrugada. Recuerdo a algunos: Juan Ramón Jiménez, Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, González Lanuza y sobre todo Pedro Miguel Obligado y Francisco López Merino. Pedro Miguel Obligado y su traducción del cuervo de Poe; Francisco López Merino y su poema "Ligeia", que escribió en homenaje a Poe. Me decepcionó, pese a la promesa de la contratapa, no encontrarlos en el libro.
Salvo esto, como diría Borges, "no sé de un libro más ardido y volcánico, más trabajado por la desolación". Personalmente, creo que Crónica de un iniciado es una de las novelas más importantes que ha dado la literatura argentina. El libro comienza con un nombre de mujer, con un regreso. con una ciudad y con Esteban Espósito caminado solo por recovas amarillas, bajo las cúpulas y las arcadas y los tordos.
Leí "tordos" y creí reconocer una imposibilidad. "Nadie camina bajo los pájaros", me dije. Y. sin embargo, como los imposibles balcones de las imposibles golodrinas de Bécquer, son posibles. Recovas, ángeles, arcadas, constituyen un sistema; los tordos lo destruyen.
Después comprendí que siempre, a lo largo de todo el libro, la irrupción de lo imposible creará una nueva posibilidad, que a su vez creará una nueva imposibilidad que también será posible, y así hasta el vértigo, y así hasta la destrucción total ( ... )
En la página 429, el diablo, en nada más que 26 líneas, se lo hará entender de una vez y para siempre. "Y sólo entonces, y no antes de estas pruebas, serás un hombre, hijo mío."
Estas cinco últimas palabras del diablo pertenecen a Kipling. Es lo que ahora se llama la guiñada al lector. Guiñada que es tan antigua como la literatura, sólo que recién ahora la descubren. Para tranquilidad de críticos y de teóricos quiero avisarles que el libro está lleno de guiñadas, un parpadeo constante. Constantes referencias a Góngora y a Giuseppe el zapatero, a Discépolo y a Strindberg, a Emanuel Kant y a Tarzán, a Gimbaptista Vico y al Manco Paz, a Santo Tomás de Aquino y a Pancho Ramírez. a Dante Alighieri y a Charles Atlas, y algunos otros cuya misión ha sido hacer posible lo imposible.
Pájaros imposibles que destruyen un sistema y un pacto de fuego son, creo, las dos coordenadas por donde se va tendiendo y extendiendo el dibujo que va a dar lugar a la delicada arquitectura de esta novela. Aparecerá Graciela en lugares irremediables, Santiago se va a matar, Lalo desplegará la historia de una batalla inaudita sobre la piel de un oso, habrá un baile de sombras en el Cerro de las Rosas y sobre los senderos rojos de la plaza Irlanda acontecerá el recuerdo de lo que va a suceder.
Creo que escribir es perdurar en la palabra, creo que sólo la ausencia puede nombrar a la ausencia. Creo que pronunciar una palabra es fundar ya el olvido. Crónica de un iniciado impone un narrador reminiscente que cuenta en el tiempo que pasa la acción de un tiempo que pasará. La sabiduría narrativa de Castillo responde, creo, a la inmensa pregunta que se formuló San Agustín: "Si el pasado y el futuro existen, quiero saber dónde están". Horacio, en su "Epístola a los Pisones", aconseja guardar nueve años el manuscrito antes de publicarlo. Castillo se pasó en 21 años. Estuvo treinta escribiendo esta novela. Supongo que durante esos treinta años hizo otras cosas también.
Pero yo recuerdo muchas noches y madrugadas en el Tortoni, viernes que se extendían desde el alba al crepúsculo, cuando Castillo solía tener sed y yo podía beber cosas más interesantes que la estólida agua mineral que bebo ahora, y Costantini, De Lellis, Marechal, Cortázar, Jobson, no estaban muertos, y Castillo nos leía las infinitas y cambiantes versiones de los capítulos de esta novela. Y durante treinta años la mirada del ojo desprendido de la cara de Santiago, caído en el piso de un cuarto de hotel, nos fue siguiendo con su visión horrenda de un país que se iba volviendo horrendo.
El reverendo padre Marcos Pizzariello, en su audición "Tres minutos con usted", dijo una vez: "todo tiene su fruto, todo tiene su precio". Castillo nos ha dejado una novela fundamental, una lección de literatura. Ese es el fruto. Veamos el precio. El pacto con el diablo de Esteban Espósito es el pacto de Castillo con la literatura. El precio es atroz. Justifica el fuego e instaura un lugar donde toda envidia es vana; toda vanidad, efímera; todo resentimiento, inútil; todo odio. insignificante; todo dolor, posible.
El precio es la palabra, destrozarse en la palabra. El lema de El escarabajo de oro fue una frase de Nietzsche: "Di tu palabra y rómpete". Creo que la palabra ha sido dicha, Crónica de un iniciado ha sido escrita, el pacto está cumplido.
Sobre Isidoro Blaisten (1933-2004): Escritor de gran
talento y humor, su especialidad fue el cuento, y se jactaba de haber escrito
por lo menos cinco cuentos perfectos a lo largo de su vida. Escribió Sucedió en
la lluvia (1965), La felicidad
(1969), La salvación (1972), El mago (1974), Dublín al
Sur (1980), Cerrado por melancolía
(1981), Cuentos anteriores (1982), Anticonferencias (1983), A mí nunca
me dejaban hablar (1985) y Carroza y
reina (1986).
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