miércoles, 13 de agosto de 2025

Efecto Eckels, Gustavo Di Pace



                                                                                                                                                       a Ray Bradbury


En 1938 se descubrió la fisión nuclear; Leopoldo Lugones se suicidó en una isla de Tigre; y ese mismo año Superman comenzó a pelear contra el mal en una historieta eterna. Además, llegó a la Argentina, exactamente el 2 de febrero, el Kerguelen, un barco proveniente de El Havre que transportaba a muchos inmigrantes, entre ellos, el matrimonio de Konrad y Anny, y sus hijos Katarzyna, Michal y Maria. El barco fue desguazado en 1955.

En dicho año también pasaron muchas cosas.

En 1955 nació, por ejemplo, la actriz Isabelle Adjani; en Alabama, Rosa Parks negó el asiento del ómnibus a un blanco; y Allen Ginsberg leyó su poema Howl en la Six Gallery de San Francisco. Asimismo cayó el gobierno de Perón, tras su intento de asesinato en el bombardeo que las fuerzas rebeldes perpetraran en la Casa de Gobierno (él estaba en el Ministerio de Guerra). Muchos lo recuerdan: volvería a la presidencia recién en 1973.

El enigma al que llamamos tiempo continuó y, en este año, 1973, también pasaron muchas, muchísimas cosas.

Michal, hermano de Katarzyna y Maria, estudió el idioma de los cetáceos (pronto sus anhelos de conocimiento derivaron a la exobiología). Ya había pasado el Domingo Sangriento en Irlanda del Norte; ya se habían separado los Beatles tres años antes y, por si fuera poco, San Lorenzo ya había ganado el campeonato Metropolitano que dejaría de jugarse en 1984.

Este será un año muy particular en la vida de aquellos inmigrantes que llegaron en el Kerguelen antes del desguace definitivo en un astillero de Alemania. Porque más allá de que Konrad y Anny habían muerto hacía mucho y la biblioteca global era un secreto a voces, Katarzyna y Maria se habían casado y separado y, en el medio, la maternidad las iluminó. Sí. Dos hermanas europeas con hijos argentinos mientras el mundo paría y paría: hijos ideas muertes sobrevidas locuras y grandezas diversas.

Luego, la hija de Katarzyna probaría en poco más de dos décadas y durante unas vacaciones, las branquias artificiales en el lago de un país centroamericano. Después, el hijo de Maria sería el futuro desarrollador de las velocidades hiperlumínicas que permitirían, entre otros descubrimientos, los viajes en el tiempo.

Corría el año 1992 cuando Nelson Mandela ganó el Nobel de la Paz que en 1984 ganó su coterráneo Tatu, cuando Israel y el pueblo de Palestina firmaron la paz, por lo menos hasta el año en que Nirvana revolucionó el mundo del rock con Smells like teen spirit y Ruanda sufría sus etnias encontradas, que los hijos de los hijos de los muertos, por fin, nacieron.

Los años comenzaron a derretirse ante la capa de ozono mientras los occidentales compraban los regalos para esa Navidad que, sin dilación, fue la del 2001 y las Torres Gemelas caídas. A su vez, llegó el 2010 con China y su obvio liderazgo mundial en la Ciudad Flotante de la Nueva Tierra.

Acto seguido, el hijo de la ya muerta Maria chequea su crédito y llama a través del teléfono celular a un vehículo DAV que desciende en la terraza del edificio. Y la hija de la ya muerta Katarzyna programa su control de herencia para agrandar la familia y lee las nuevas noticias sobre los mapas de Piri Reis, hacía cientos de años tan enigmáticos y ahora tan claros.

El tiempo es manipulado en el número del calendario digital de cada hogar, el tiempo fijo por el que pasamos y que acusa ya el año 2014, vacila, se ablanda. Por eso hay que cuidar el recuerdo, alimentarlo, mientras vuelven a la vida los primeros aventureros de la criogenia, mientras se viralizan por Internet las fotos de la pelea que Ringo Bonavena le ganó al recién bautizado Muhammad Ali hace tantos años atrás o Argentina pierde el Mundial 86 frente a la Alemania comunista.

Es entonces cuando la cuarta mujer del hijo del hijo del hijo de Maria, fanático de aquel antiguo cantante Michael Kiske y minero espacial, ve con su fotoscopio el contorno de la aún vigente Ciudad Flotante de la Nueva Tierra y sospecha que algo no es como siempre. El testimonio se confirma: está llegando la séptima camada de viajeros espaciales y dicen no reconocer el entorno. No lo afirman por la nueva geografía y las pocas banderas que quedaron, ni por los libros apócrifos de las pocas bibliotecas subterráneas actuales, ni por la base extraterrestre habilitada en el fondo del Mar X2 (varias décadas atrás conocido con el nombre de Océano Índico) sino porque otros hechos en apariencia insignificantes no concuerdan con lo que ellos sabían o creían saber antes de regresar al año del cual partieron, el 2055.

Se arma una junta de investigaciones secreta y llegan a fantásticas conclusiones: la primera es que la historia, ligeramente reescrita, ya no tendría sentido en un mundo así porque las versiones se multiplicarían ad infinitum; la segunda resulta ser de índole policial: uno de los viajeros, un tal Eckels, violó una de las reglas básicas del tour de caza de dinosaurios en el que participó. ¿La prueba? Una mariposa muerta reposaba su fin y su don de destino en la suela de una de sus botas.

Apostilla:

¿Y qué de Michal, Katarzyna, Maria y sus respectivos hijos? Michal no tuvo descendencia aunque coqueteó muchos años con una androide. Su sino fue incierto: la avioneta solar que piloteaba nunca apareció, se sabe que sobrevolaba el Gran Río de los Delfines. Respecto a Katarzyna y Maria, sus cuerpos fueron exhumados de los antiguos cementerios y puestos en suspensión en un lugar no identificado por razones judiciales. En cuanto a los hijos, uno fue clonado varias veces (la hija de la primera) y es imposible identificar al original; el otro, de gustos musicales extravagantes, tiene por hobby el absurdo oficio de la escritura.

de Plan para la máquina de espejos, Gustavo Di Pace (Alción Editora, 2022)