Se llama oído absoluto a la especialísima capacidad que permite identificar una nota sin referencia externa alguna. Al parecer, Mozart y Beethoven la tuvieron. Charly la tiene. ¿Podría ese oído absoluto ayudar a la composición de las letras de una canción? El vínculo entre música y poesía es estrecho (ambos trabajan el sonido, el silencio, el ritmo). ¿Puede una letra de canción ser poesía? Como respuesta, baste aquella idea de Robert Schumann que dice: “la estética de un arte es la de las otras; solamente difieren los materiales”, un concepto que concuerda con el de Friedrich Schlegel cuando afirma que todo arte encuentra sus leyes en la poesía.
Charly canta:
“Quiero verte desnuda / el día en que desfilen los cuerpos / que han sido salvados, nena / sola en una autopista / que tenga infinitos carteles / que no digan nada”
Hay una sensibilidad única en este fragmento de “Eiti Leda” (antes “Nena”, de Sui Generis), reescrita para su etapa en Serú Girán. Se sabe, varias letras de García pueden leerse como metáforas del estado de ánimo de un contexto social. Desde aquellos lejanos versos “la fianza la pagó un amigo / las heridas son del oficial” de “Confesiones de invierno” a títulos como “Juan Represión” y “Las increíbles aventuras del Sr. Tijeras”, tríada perteneciente a Sui Generis, Charly ha sido siempre un agudo alegorista de sus emociones y del país. Sus letras son caja de resonancia, sus letras son saetas que dan en el blanco.
A “Cómo mata el viento norte” de La Máquina de Hacer Pájaros, la banda que sucedió a Sui Generis, o “El fantasma de Canterville”, compuesta para León Gieco, incluida y luego censurada de la banda y disco homónimo Porsuigieco, Charly sumará también gemas como “A los jóvenes de ayer” “Canción de Alicia en el país” o “No llores por mí Argentina” de la mencionada Serú Girán. Para ese momento y con tan sólo 30 años, el músico ya tiene en su haber varios de los discos más importantes del rock de estas tierras. Pero el show recién comienza, claro. En el umbral de la recuperada democracia, nacerá un nuevo Charly, el de su etapa solista.
Así, sus nuevas letras se escriben inicialmente, yendo de la cama al living, pero surgen renovadas, sin perder ese modo auténtico de decir. Un artista en constante reinvención, creador de imágenes nuevas, cotidianas y existencialistas: “no ves que el mundo gira al revés” (Ojos de video tape) “Calambres en el alma / cada cual, tiene un trip en el bocho / difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo (Promesas sobre el bidet). Charly vuela, se vuelve faro (¿acaso ya no lo era?) y logra frutos de extraña y delicada belleza, de mágicas coloraturas.
Las definiciones acerca de lo que significa ser un poeta son diversas, Arthur Rimbaud arriesga que es un maldito, Víctor Hugo, un profeta, Fernando Pessoa, que es aquel que es capaz de “ponerse almas como trajes”. Todas estas aproximaciones caben a la figura de Charly García.
El tiempo transcurre y él, con ese “demasiado dolor” que lo lleva a recurrentes infiernos a partir de la década del noventa, logra recuperarse. Como el Ave Fénix, renace una y otra vez de sus cenizas y, poco a poco, se vuelve atemporal.
Títulos como “No bombardeen Buenos Aires”, “Inconsciente colectivo” “Los dinosaurios”, “Raros peinados nuevos”, “Adela en el carrousell”, “Filosofía barata y zapatos de goma” o, ya de su etapa Say no more, “Asesíname Stone” y “La máquina de ser feliz”, entre otros, le ponen letra y música a varios de nuestros sentimientos a lo largo de las generaciones. Siempre conmovedor, siempre al hueso, nuestro artista trabaja la paradoja como pocos y es bellísimo espejo. Por eso es tan grande, un artista del carajo, como se dice.
¿De dónde viniste, Charly? Sos luz, fuente, Grial. Como vos dijiste, no existe una escuela que enseñe a vivir. Mientras tanto, desarma y sangra, Charly, como nos pasa a todos. Pero en la carne, ya lo sabés, llevamos, como un adorado estigma, tu obra.
Gustavo Di Pace